lunes, 28 de octubre de 2013

La Garramancha

“La Garramancha”

Junto a un camino, entre dos pueblos, existe una iglesia en ruinas de la que, en las noches de frío invierno, salen unos terribles lamentos.
Esta es la historia de la “Garramancha”, una mujer de triste figura, que tenía un ojo tuerto. Marcada por tal desfiguración en su rostro era despreciada por la gente de la comarca. Ella se pasaba las horas sentada delante de una ventana, alguna vez se asomaba y escupía a los chiquillos que pasaban por allí. Cierto día arrojó todos los muebles por la ventana y la gente, creyendo que estaba totalmente loca, la encerró en la torre de la iglesia en ruinas. Un día mis amigos y yo fuimos con las bicis hasta las ruinas. Pedro, mi amigo, fue el único que se atrevió a entrar y dijo que, en la torre, había visto un ojo que le miraba intensamente. Nosotros salimos corriendo.
Mi abuelo dice que si te mira el ojo de la “Garramancha”, tienes que tirarle  piedras  hasta que lo cierre,  si no lo haces aparecerás muerto…
Nosotros no lo sabíamos…
Hoy es jueves. Pedro ha muerto.
Andrés Martínez


Epitafio

Necesité toda una vida para llegar hasta aquí. 



jueves, 3 de octubre de 2013

El emisario.

Hube de levantarme entumecido en mitad de la noche al escuchar tres espaciados golpes de aldaba sobre el portón. Encendí una vela, cubriendo el lateral de la llama con mi temblorosa mano, y caminé vagamente el largo pasillo hasta llegar al recibidor. Volvieron a sonar tres huecos golpes separados por un breve lapso de tiempo. Aflojé el grueso cerrojo y empujé hacia mí el portalón. Una larga figura sin rostro, enfundada en un manto siniestro, permanecía quieta en el umbral.
-¿Qui..quién sois? -Pregunté tiritando.
Abrió sus brazos, dejando pasar un remolino de viento escarchado que silbaba con furia mi nombre. Sentí aquel hedor enfermizo perforar mi piel, penetrando hasta lo más profundo de mis huesos. Cerré de golpe la puerta y regresé a mi alcoba a oscuras, febril y atemorizado. Prendí la mecha frente al ventanal, su tenue llama me permitió ver el reflejo de una larga figura sin rostro que, con mano temblorosa, protegía el lateral de una vela.